jueves, 29 de noviembre de 2012

El hombre que aprendió a volar (en mil pedazos)


-El invierno sacude las ciudades. Alguien dijo que el invierno es comparable a la vejez del tiempo… bueno, se han dicho en realidad tantas cosas y al final resulta que todo aquí, en esta ciudad, es una estúpida mentira. En cualquiera de los casos aquí solo hay por el momento invierno, y más allá del invierno ruinas… y mas allá de las ruinas nada… o quizás algo, pero no lo sabemos, en buena medida por que nadie se anima a moverse de su sitio, por más que conforme pasan los días, pierda comodidad y gracia… la ciudad ha quedado vacía y el vacio es comparable a desayunar sin jugo de naranja o quedarte sin teléfono celular... ¿Me escuchas?

-Papá, contaba la historia del hombre que aprendió a volar en mil pedazos.

-Cuéntala, ya ves que no he sido bueno jamás con las historias…

-Un hombre quería volar y aquel sábado 30 de agosto hubo granada para el desayuno. Papá me contaba esa historia. El hombre voló en mil pedazos. ¿Quién asegura que fueron mil? ¿Alguien los contó? ¿Alguien conto los pedazos? No. Sin embargo aseguran que fueron mil y con eso basta. En las historias que cuentan los padres con eso basta. ¿Quién era ese hombre? ¿De dónde salió? El hombre que aprendió a volar en mil pedazos salió de la imaginación de un soldado. De un soldado que había matado accidentalmente a un par de adolecentes, quizá antes de que llegaran a pasar un domingo por la tarde en el mar. Luego el soldado guardo silencio. Camino hacia el sitio donde se encentraban los cuerpos y ayudo a sacarlos del auto, para tenderlos sobre la carretera como si la carretera fuera la orilla del mar. Luego encendió un cigarrillo y pensó en volar. Luego pensó en la historia de un hombre que como él, a momentos sentía la necesidad de volar en mil pedazos. Es decir: hacerse explotar. 

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