jueves, 29 de noviembre de 2012
Las precipitaciones de la furia
“
Con el aperitivo repugnante (de los periódicos) el hombre civilizado riega su comida matutina”
Baudelaire
“¿Podemos
sacar a nuestro hombre ensangrentado a pasear al parque..?
Ángel
Hernández
Aproximación al
interior de una ballena es una máquina lacónica que atestigua el devenir de la impotencia en cinismo
poético adentro de una sociedad imposible de vivir. Ahí la única justicia es la
libertad de transgredir el hartazgo de su sordidez con un ojo lírico: en esa
mirada la desmesura toca su extremo para revertir la imaginería de la sangre en
existencias secas, concisas, indolentes y paisajes níveos.
Paisajes nublados que indeterminan la coordenada del sufrimiento. No hay
una cartografía para el dolor: su territorio puede llamarse melancolía suicida
de país nórdico, vacío existencial de autopista norteamericana o avenida-matadero
con hoteles sucios de algún puerto que ha extraviado toda gobernabilidad.
Ángel
Hernández es un poeta escénico que hace de su sensibilidad una nave de
salvamento, capaz de rastrear lo “bello horroroso” refugiado en el ejercicio de
lo despiadado, para así llegar a dialogar sin arder de forma visible sobre la
historia de la sangre y transformar en una poética espectral, las
precipitaciones de la furia.
La
mirada del que ha escrito este libro construye en él un colapso de la brújula (la decadencia de una comunidad es
equivalente a otras decadencias del mundo) ante la urgencia de interpelar la
noción de humanidad en tiempos de guerra, una interpelación que como en una
operación alquímica decanta el estado de shock
del melodrama en mordaces versos que ríen como Pierrot, para no llorar.
No
es que los habitantes de la sociedad imposible trazada por su autor intelectual
como un vivarium u observatorio de
los despliegues de la anomalía, no padezcan la violencia, sino que al nacer
inmersos en ella han retorcido su prototipo bajo el amparo del sarcasmo para
sobrevivirla y aprender también a
observarla como quien estudia la vida desde un mirador.
Adentro
de ese mirador sus especimenes interactúan y conviven con la imposibilidad
civil a la vez que se distancian para descubrirse a sí mismos como personajes
que responden y se relacionan en ese marco sin tiempo; y al verse descubiertos
relatarse, atestiguarse en un anhelo herido de autoafirmación.
Ahí, bajo el auspicio y
lógica del cinismo poético las prioridades se desplazan. A un soldado herido le
importa más que su sopa esté limpia de las gotas de su sangre que él mismo
desangrarse. Las convenciones convulsionan y una adolescente se deleita lascivamente con
el olor de las heridas de la muerte.
Los lugares comunes de la
belleza se rebelan y el cuerpo venerado, prehistórico de un
cetáceo es entonces mapamundi,
recipiente indirecto y expansión de un tránsito vedado: en el interior de una
ballena viaja la mercancía que sostiene los sueños de cualquier obrero del
Narco disfrazado de defensor (animal corrompible) de la Nación.
La
cocaína se llama Ballena, la fábula
del hombre que aprendió a volar sólo realiza su moraleja bajo la condición de
que sea en mil pedazos, el idealismo del paraíso se reduce a la fundación de un
supermercado y la sangre (como en el título de la novela emblemática de Capote)
es fría, aséptica, blanca.
Entre
el cinismo y el civismo media tan sólo una letra y la obra
cuenta desde distintas posturas la estrechez de ese espacio en el que los
valores se prostituyen hacia su contrario, a partir de Clara-Judith, su madre y
Edward quienes protagonizan esta particular Lolita o road-movie
del crimen organizado.
En
la sociedad imposible de vivir reina la inutilidad y el intento de enumerar los
asesinatos impunes que ahí se cometen es equiparable al intento de una persona por
medir con una regla aquello que Luis Aragón llamó “la patria de los pájaros”:
vasto e infinito es el anonimato como los confines invisibles del cielo. El
desaliento muta entonces en la susodicha poesía cínica, que sale disparada en
frases-verso lacerantes provenientes de la subjetividad resentida de personajes
apáticos, apátridas, ciclados en el delirio de la devastación.
El escrito de Ángel
Hernández es un dédalo-interrogatorio sin salida, una Aproximación al interior del ethos
que circunda a la milicia ¿Qué puede haber en la imaginación de un soldado
que acata, estorba, aniquila, desperdicia su destino como un perro adentro de
esta guerra de estupefacientes? ¿Cuál será la herencia moral hacia su progenie
y cómo en esa descendencia se encuentra aleccionada, traumatizada la brutalidad
?¿Qué enfermedad de la fuerza hará que Edward desee convertir a un perro que
inicialmente aparenta ser un mamut en un perro
rata? ¿Cuál es el limbo entre lo
lícito y su profanación cuando el mundo se pisa con las botas de un soldado en
la sociedad-mirador imposible de vivir?
En la ciudad a nadie le
lastima el dolor ajeno y funciona más bien como propulsor para evasores e
indiferentes que se engañan y se curan del impacto en una rutina del escapismo.
En la ciudad los
lastimados también quisieran entonces huir hacia otra imposibilidad vaciada,
hecha de principios desconocidos: fugarse al espacio sideral como astronautas –utopía y platonismo del
personaje de la madre- para vagar dulcemente por la nada del
espacio, nulificar el mundo desgastado ya de nosotros y explorar así otras
credulidades planetarias con las cuales volver a inventar y practicar la
ilusión que tenemos de lo humano.
Shaday Larios
De soldados y ballenas
El texto ganador del Premio nacional de dramaturgia “Altaír Tejeda de Tamez”, es un diálogo revestido por el contexto de la guerra contra el narco y la descomposición social en el país
Por Patricia Mignani
“El pueblo ha dejado de habitar su ciudad”, se lamenta Ángel Hernández, con ojos tristes como expresión constante y con un espíritu pacífico al hablar. Explica de qué se trata Aproximación al interior de una ballena, su reciente libro y obra ganadora del primer lugar del Premio nacional de dramaturgia “Altaír Tejeda de Tamez”.
Fragmentos del texto dramático de Hernández, fueron representados en Guadalajara la semana pasada en Casa Vallarta. A pesar de que el libro se acaba de imprimir, ya es la tercera vez que lo dan a conocer. Antes lo habían hecho en el Distrito Federal y en Monterrey.
Con tres pescados colgados desde el techo y sangrando sobre la tarima de madera dispuesta en Casa Vallarta, dos actores dan vida a frustraciones, complejos y realidades violentas de una adolescente precoz de 16 años y un soldado baleado que ya no sangra y que se corta la lengua, porque se da cuenta que es mejor dejar de hablar.
Hernández está ahora en la fase de difusión, pero el proyecto inmediato es la puesta en escena, que planifica para mediados de 2013, para la cual ya hay alternativas de montaje con otras compañías de teatro del país.
El libro cuenta la historia de dos soldados que se encuentran de guardia en una playa de Baja California Sur, en donde encalla una ballena muerta con 40 kilos de cocaína pura en su estómago, motivo por el cual el animal marino muere. A partir de eso, la delgada línea entre ser el narcotraficante y el soldado que defiende el narcotráfico, será cada vez más difícil de delimitar: “Esto nos sirve para revisar la moral que corresponde al soldado mexicano, que se nos ha venido diciendo que es el héroe y que está para salvarnos. El militar se encuentra en un momento en el que tiene que tomar la decisión frente a la disyuntiva de devolver la mercancía o venderla y comenzar un negocio aparte”.
El autor explica de dónde viene la metáfora de la ballena y cómo se relaciona con la violencia y el narcotráfico: “Se está mermando la capacidad de aproximarse a la ciudad, de seguir realizando las actividades diarias. La gente no sale, evita exponerse a ciertas horas de la noche en lugares en donde anteriormente la vida transcurría de una manera normal. Esto la va aproximando cada vez más al interior de esta ballena, que para muchos podría ser el lugar más seguro, tan paradójico como estar dentro de las fauces de un monstruo, donde de alguna forma, desamparadamente, podamos seguir viviendo”.
Agrega: “Creo que el imaginario de la gente se encuentra muy golpeado a partir de la nota roja, de lo que vemos en los noticieros a diario, de lo que se cuenta, y ese imaginario se ha construido en una forma tan fuerte, que ya puede ser considerado como un riesgo más”.
Ángel Aurelio Hernández Arreola es de Tampico. Se ha criado entre balas y violencia. Cuenta que esta es una obra que se desarrolla en ese contexto, pero que también busca alternativas de negociación con otras realidades. Dice que en Tampico hay tres bandos: el ejército mexicano y los dos cárteles que se están disputando la plaza. “Todo se ha dado de una forma increíblemente violenta y la sociedad civil está al centro de todo ello, literalmente, recibiendo las balas”.
El joven actor, dramaturgo y director de escena, también ha diseñado un modelo de difusión artística, que incluye a espacios y jóvenes olvidados en Tampico. En su compañía Asalto teatro, tiene un programa que hace ya varios años realiza en lugares devastados por el huracán “Hilda” en 1955, en los cuales ejecutan programas de investigación y exploración de espacios en condiciones de ruina. Así la compañía de teatro comenzó a intervenir espacios con el ánimo que convertirlos en foros de experimentación escénica.
De esta forma se logró el Festival Iberoamericano de Teatro Emergente, llamado Teatro para el fin del mundo y que tuvo la primera emisión en agosto de este año, en el que invitan a compañías para que intervengan estos espacios. Los actores también hacen un festival en Arriaga, Chiapas, con la comunidad emigrante que espera el paso del tren para llegar a Estados Unidos. En este Festival de la Bestia presentan teatro, música, poesía y proyecciones de cine y las presentaciones están situadas en los vagones del tren.
Hernández recupera, con los movimientos generados a través del teatro y con su reciente libro, el espíritu de lo que se propone: “Tenemos pocas alternativas, los artistas y la sociedad civil. Creo que a partir de este cruce de caminos que nos deja en un vacío profundo, se nos obliga a tener una respuesta inmediata. No nos podemos quedar como los mártires de esta historia. Necesitamos salir de este papel, que de pronto se vuelve inevitable, de la víctima como sociedad, para volvernos los actuantes de una realidad que nosotros queremos para nosotros”.
Fragmentos del texto dramático de Hernández, fueron representados en Guadalajara la semana pasada en Casa Vallarta. A pesar de que el libro se acaba de imprimir, ya es la tercera vez que lo dan a conocer. Antes lo habían hecho en el Distrito Federal y en Monterrey.
Con tres pescados colgados desde el techo y sangrando sobre la tarima de madera dispuesta en Casa Vallarta, dos actores dan vida a frustraciones, complejos y realidades violentas de una adolescente precoz de 16 años y un soldado baleado que ya no sangra y que se corta la lengua, porque se da cuenta que es mejor dejar de hablar.
Hernández está ahora en la fase de difusión, pero el proyecto inmediato es la puesta en escena, que planifica para mediados de 2013, para la cual ya hay alternativas de montaje con otras compañías de teatro del país.
El libro cuenta la historia de dos soldados que se encuentran de guardia en una playa de Baja California Sur, en donde encalla una ballena muerta con 40 kilos de cocaína pura en su estómago, motivo por el cual el animal marino muere. A partir de eso, la delgada línea entre ser el narcotraficante y el soldado que defiende el narcotráfico, será cada vez más difícil de delimitar: “Esto nos sirve para revisar la moral que corresponde al soldado mexicano, que se nos ha venido diciendo que es el héroe y que está para salvarnos. El militar se encuentra en un momento en el que tiene que tomar la decisión frente a la disyuntiva de devolver la mercancía o venderla y comenzar un negocio aparte”.
El autor explica de dónde viene la metáfora de la ballena y cómo se relaciona con la violencia y el narcotráfico: “Se está mermando la capacidad de aproximarse a la ciudad, de seguir realizando las actividades diarias. La gente no sale, evita exponerse a ciertas horas de la noche en lugares en donde anteriormente la vida transcurría de una manera normal. Esto la va aproximando cada vez más al interior de esta ballena, que para muchos podría ser el lugar más seguro, tan paradójico como estar dentro de las fauces de un monstruo, donde de alguna forma, desamparadamente, podamos seguir viviendo”.
Agrega: “Creo que el imaginario de la gente se encuentra muy golpeado a partir de la nota roja, de lo que vemos en los noticieros a diario, de lo que se cuenta, y ese imaginario se ha construido en una forma tan fuerte, que ya puede ser considerado como un riesgo más”.
Ángel Aurelio Hernández Arreola es de Tampico. Se ha criado entre balas y violencia. Cuenta que esta es una obra que se desarrolla en ese contexto, pero que también busca alternativas de negociación con otras realidades. Dice que en Tampico hay tres bandos: el ejército mexicano y los dos cárteles que se están disputando la plaza. “Todo se ha dado de una forma increíblemente violenta y la sociedad civil está al centro de todo ello, literalmente, recibiendo las balas”.
El joven actor, dramaturgo y director de escena, también ha diseñado un modelo de difusión artística, que incluye a espacios y jóvenes olvidados en Tampico. En su compañía Asalto teatro, tiene un programa que hace ya varios años realiza en lugares devastados por el huracán “Hilda” en 1955, en los cuales ejecutan programas de investigación y exploración de espacios en condiciones de ruina. Así la compañía de teatro comenzó a intervenir espacios con el ánimo que convertirlos en foros de experimentación escénica.
De esta forma se logró el Festival Iberoamericano de Teatro Emergente, llamado Teatro para el fin del mundo y que tuvo la primera emisión en agosto de este año, en el que invitan a compañías para que intervengan estos espacios. Los actores también hacen un festival en Arriaga, Chiapas, con la comunidad emigrante que espera el paso del tren para llegar a Estados Unidos. En este Festival de la Bestia presentan teatro, música, poesía y proyecciones de cine y las presentaciones están situadas en los vagones del tren.
Hernández recupera, con los movimientos generados a través del teatro y con su reciente libro, el espíritu de lo que se propone: “Tenemos pocas alternativas, los artistas y la sociedad civil. Creo que a partir de este cruce de caminos que nos deja en un vacío profundo, se nos obliga a tener una respuesta inmediata. No nos podemos quedar como los mártires de esta historia. Necesitamos salir de este papel, que de pronto se vuelve inevitable, de la víctima como sociedad, para volvernos los actuantes de una realidad que nosotros queremos para nosotros”.
Edward en el hotel, mientras Judith duerme
Hagamos como si nada
hubiese pasado
tengamos un pacto con
el silencio
mostremos la cara
los ojos están cada
vez más abiertos
cuando sucede que ha
llegado el tiempo
de ser testigos de
algo que huele a mierda
y no es más que
nosotros mismos
No hagamos crecer la
desobediencia
no hagamos que los
viejos envejezcan con nosotros
tristes, sabiendo que
en nuestras manos
no existe ningún
destino para creer
solo acumular
traiciones
caminar a oscuras
descender
Hace algunos años
alguien adquiría
confianza en una promesa
ahora nos quedamos
mudos
Le conté a ella mis
planes:
poner un supermercado
ocultarnos de por
vida
y tener un par de
hijos
No es bueno llorar
no es bueno querer
saber quién soy
Trate de parecer
normal
pero lo cierto es que
se me escurría el deseo
de pensar que era
domingo y no debía preocuparme
por aparentar algo
que no soy
Se lo dije
luego le prometí regresarle
a casa
si algún día todo volvía
a salirnos mal
No es sencillo
adivinar que piensa una mujer
mucho menos cuando en
realidad es una niña
Apenas le vi las
piernas y el culo
sentí que debía seguirla
para el resto de los días
de sus días
porque los míos
parece que cada vez son menos
esa es la verdad
Pocos salen ilesos de
esa emoción
pocos dudan también
antes de decidir hacerlo
yo caminaba y de pronto
ya era jueves
y de pronto mi cara
estaba frente a su ventana
y su madre me
invitaba a pasar
eso es todo
Pasamos la semana
encerrados en ese hotel
hablamos, pero hablar
no es suficiente
solo cumple un
propósito que es escucharse la voz
y al cabo de un tiempo se vuelve inútil
Luego el triste
camino de tener que buscar otra habitación
por no poder pagar el
alquiler
luego no soportar la
vida sin estar ahí
cerca, cerca de ella
siempre
Finalmente después de
algún tiempo
ella desaparecerá, lo
sé
me mirará bien una
mañana luego de que hayamos
despertado y le
pareceré quizá más viejo
y más sucio de los
pies
avanzará a la ventana
y ahí estará el futuro
sobre los hombros de
un muchacho apenas joven
que ande en
motocicleta
eso es todo
Ella desaparecerá
y ya entonces, mi
tiempo desaparecerá también como el dinero
Las carnicerías
abrirán a las diez
pero yo no tendré
ánimos de comprar un poco
de carne e ir de
vuelta a su casa
para llevarla a su
madre que morirá en silencio
sin saber nada de
ella
asomada a la ventana
sin hablar
Lectura dramatizada de la semana de la dramaturgia Nvo Leon 2012
Lectura realizada en el teatro de la ciudad bajo la dirección de Rachid Marcos y la asesoría de Fausto Ramirez
El hombre que aprendió a volar (en mil pedazos)
-El invierno sacude
las ciudades. Alguien dijo que el invierno es comparable a la vejez del tiempo…
bueno, se han dicho en realidad tantas cosas y al final resulta que todo aquí,
en esta ciudad, es una estúpida mentira. En cualquiera de los casos aquí solo
hay por el momento invierno, y más allá del invierno ruinas… y mas allá de las
ruinas nada… o quizás algo, pero no lo sabemos, en buena medida por que nadie
se anima a moverse de su sitio, por más que conforme pasan los días, pierda
comodidad y gracia… la ciudad ha quedado vacía y el vacio es comparable a
desayunar sin jugo de naranja o quedarte sin teléfono celular... ¿Me escuchas?
-Papá, contaba la
historia del hombre que aprendió a volar en mil pedazos.
-Cuéntala, ya ves que
no he sido bueno jamás con las historias…
-Un hombre quería volar
y aquel sábado 30 de agosto hubo granada para el desayuno. Papá me contaba esa
historia. El hombre voló en mil pedazos. ¿Quién asegura que fueron mil?
¿Alguien los contó? ¿Alguien conto los pedazos? No. Sin embargo aseguran que
fueron mil y con eso basta. En las historias que cuentan los padres con eso
basta. ¿Quién era ese hombre? ¿De dónde salió? El hombre que aprendió a volar
en mil pedazos salió de la imaginación de un soldado. De un soldado que había
matado accidentalmente a un par de adolecentes, quizá antes de que llegaran a
pasar un domingo por la tarde en el mar. Luego el soldado guardo silencio.
Camino hacia el sitio donde se encentraban los cuerpos y ayudo a sacarlos del
auto, para tenderlos sobre la carretera como si la carretera fuera la orilla
del mar. Luego encendió un cigarrillo y pensó en volar. Luego pensó en la
historia de un hombre que como él, a momentos sentía la necesidad de volar en
mil pedazos. Es decir: hacerse explotar.
Lectura dramatizada en el Circulo teatral
Con las actuaciones de Aida López, Mayra Sérbulo, Mónica Gómez, Rodolfo Nevárez y Víctor Carpinteiro. Bajo la direccion de Arturo Honorio
900 hijos
-Voy a asesinarte,
hoy voy a asesinarte. ¿Eso es gracioso? Parecería que te ríes. ¿Quieres reír más?
Te incendiare. Haremos un pequeño incendio con tu cuerpo. Todo desaparecerá
después: El frio, el hambre, la confusión, la sed. ¿Quieres un padre? Bueno pequeña
Judith los padres no son graciosos, los padres no son gente que pretenda
alegrarte el día, su negocio es duro: hay que dirigirse a alguna parte, buscar
dinero, buscar amigos, buscar otra mujer, no es bueno coincidir con el padre
cuando se ha arruinado, son violentos. Por eso te incendiare. Luego comprare un
boleto de lotería, entrare a un bar a beber la noche entera, luego saldré como
un muerto que se desliza entre otros muertos, sin aliento, aunque estén vivos
sin aliento, será divertido tener novecientos hijos contigo y abandonarlos luego.
El problema será proponer novecientos nombres. Estoy ebrio y no creo incluso
que existan tantos nombres en el mundo. Pero no te preocupes princesa, porque
luego al día siguiente iremos a desayunar y compraremos un perro, un perro
triste como deben ser los perros porque son amigos del hombre y eso entristece
a cualquiera. Así las cosas se pondrán mejor… recordaremos a los héroes del
pasado que han muerto por necedades e incoherencias como lo haremos nosotros,
con la diferencia de que no seremos llamados héroes si no estúpidos. Pero nosotros
refundaremos el mundo. Novecientos hijos y el desecho de su mierda. Novecientas
horas malgastadas de vida. Redención y camino sin futuro. Mañanas sin consuelo.
Caminaremos de la mano y surgirá de entre la sed el augurio de una nueva casa
para los desparecidos de esta guerra… tómame del brazo. Mira el perro. ¿Te
gusta este?
-No.
-¿Te gusta este?
-No.
-Eres bastante menor que yo y a mí me
gusta este. Debe gustarte este.
-No.
No importa, llevaremos este. Le
pondremos “Mamut” ¿Te gusta?
-El nombre si, el perro no.
-Ya te gustará. ¿Parece un mamut, no?
-Sí.
-Bueno, vamos al escondite, ahí te abriré
las piernas y comeremos mientras Mamut nos observa gemir. Que gracioso, nunca
he tenido un perro… es la primera vez… ¿Tienes dinero? Necesito pagarlo.
Gracias. Ahora el perro es nuestro. Abre la puerta. Entra a la habitación.
Cierra la puerta del baño. Me gusta tu cabello. Abre más las piernas. Ahora el
perro te observaba desnuda, mira su rostro, corre a esconderse detrás del sillón de la
sala. Le das miedo desnuda. Ve por él. Déjalo aquí. Golpéalo. Golpéalo. El
perro deberá aprender a aceptar tu desnudes. Tendrá que aprender a saber que
una mujer desnuda no es lo peor que podrá ver. Golpéalo más. No importa que
llore. Se cagó. Se subió a la mesa. El perro debería largarse de aquí. Debería
extinguirse como los mamuts. No tengo humor para cuidar de perros. Es un asco
el perro. No llores. Deja de llorar. Mira, aquí le traje algo. Es un hueso de
plástico y una correa. Lo tendremos atado en el sitio del lavadero. Ahora el
perro intentó escapar. Lo golpearemos más. Ahora le traje otra cosa… ¿Te gusta?
Es una placa… es mi placa del ejercito, pero ahora dice su nombre, lo he
marcado con la ayuda de un clavo. Ya han pasado tres meses y el perro sigue sin
querer comportarse como un perro. No salta, no mueve la cola, no ladra a los
ladrones. Tampoco come. Ahora ya no deberíamos llamarlo así. No parece ya un
mamut, parece una rata, le apodare entonces rata. Maldita suerte. Todo nos sale
mal.
miércoles, 28 de noviembre de 2012
Sesiones de ensayo
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